Desde que nace, el niño recibe las influencias del medio que lo rodea, la familia, las personas que lo cuidan y están más próximas en su vida cotidiana, los medios de comunicación, la publicidad.
Estas influencias pueden o no favorecer un desarrollo saludable en el tiempo en que se instala las bases para el desempeño posterior en las diferentes etapas de la vida.
Es así, que la etapa previa a la adolescencia, estará en cierto modo condicionada por las experiencias y modelos que el niño ha recibido desde las edades más tempranas: sus códigos de relacionamiento, los valores, la comunicación, las costumbres, los lenguajes.
A los padres les preocupa “la adolescencia”, “la preadolescencia”, interesa también orientarlos en el período anterior para acompañar saludablemente los procesos de crecimiento y desarrollo de sus hijos.
Cuando se habla de adolescencia no pensamos en describir una etapa ni períodos claramente diferenciados; optamos por concebirla como un período de la vida.
Se caracteriza por cambios abruptos, por atravesar una crisis personal en la que se pierde seguridades y vive duelos… el cuerpo cambia, se abandona la infancia, se transforma el lugar que se ocupaba en la familia y en la escuela, caen referentes de autoridad, se abre el tiempo de la obligada autonomía, se desoculta la genitalidad.
Cada adolescente se abre progresivamente a una vida social, construye espacios “propios”, se integra a nuevos grupos integrados por los amigas y amigos más cercanos, personales o virtuales que les resultan redes de contención afectiva. Se reúnen a pasar el tiempo, a escuchar música, a compartir largas charlas, a hacer deportes, a planear salidas, a recorrer espacios. Representan espacios de autonomía en los que se experimenta las primeras búsquedas de independencia.
No son iguales las redes, no se combinan los factores de la misma manera y el proceso de socialización, no se orienta hacia los mismos objetivos si los jóvenes asisten a instituciones educativas o no.
Los grupos de pares funcionan como programas culturales de los adolescentes: muestras así sus preferencias en expresiones musicales o artísticas, tienen un territorio común y reconocido como propio, las formas de vestirse, las maneras de caminar, bailar, sentarse o pararse, los intereses y hábitos, los rituales de la conquista amorosa, la provocación y la pelea, las formas de hablar, los temas predilectos, los acentos y las jergas, entre otros tantos.
Se van construyendo subculturas en base a la identidad, la pertenencia, es casi una consecuencia natural, pero también puede serlo el consumo y otras conductas poco saludables.
“La calle”, las redes virtuales, incluyen espacios de distensión y de consumo, no siempre abiertos y disponibles efectivamente para todos, aunque sí formando una mitología duradera y eficaz en la que los adolescentes se sienten convocados.
Un dato de la investigación muestra que la práctica de hábitos saludables entre los adolescentes y jóvenes no es muy frecuente. Según un estudio realizado, apenas uno de cada tres jóvenes de entre 14 y 29 años declaró que practicaba deporte para cuidar su cuerpo.
Expresiones del uso del tiempo libre son “la diversión, las actividades de horarios nocturno, la cultura de cyber, o la formación de barras juveniles que deambulan por las calles”.
Con respecto a la salud de adolescentes y jóvenes corresponde destacar algunos hábitos que no son saludables y que los propios jóvenes consultados, nos informan de ellos:
– juego con la “compu” toda la noche
– concurrencia a clases sin desayunar
– automedicarse
La observación de las conductas de nuestros alumnos, lleva a reconocer que la entrada al período de la adolescencia se va haciendo cada vez más precoz. Las conductas imitativas confunden y pueden inducir a errores, ya que los niños incorporan modelos de conducta y lenguaje “ajenos” a sus propios ritmos de crecimiento, e intereses, lo que determina en muchos casos, un sentimiento de frustración que los angustia y predispone negativamente a los cambios.
Por eso es importante conocerlos, ayudarlos a pensar, a reflexionar positivamente en lo que realmente quieren y lo que no y aprovechar el espacio que acepten tener de comunicación con los padres. En general, prefieren conversar con los amigos o no hacerlo, lo que les genera aislamiento y dificultades para su relacionamiento social.
Mag. Zózima González
Directora General
Colegio Jean Piaget