En las siguientes líneas nos proponemos acercar una visión de cuidado del otro cuando enferma de covid 19 con el objetivo de posicionarnos desde el cuidado, la responsabilidad y empatía con personas que atraviesan la enfermedad en momentos de vulnerabilidades múltiples tanto individuales como compartidas.
En el momento actual muchas personas cursan la enfermedad de covid 19. Permanentemente estamos escuchando palabras como “casos positivos”, “personas que cursan la enfermedad”, “testeo”, “riesgo”, “contagios”, “muerte”, etc.
Esto nos ubica en un escenario de amenaza permanente. En este contexto nos estamos encontrando con familiares, amigos, compañeros de trabajo, personas a las que queremos, que enferman o manifiestan malestar físico y psíquico. Las incertidumbres son muchas y la vida está permanentemente bajo amenaza. Vivimos con una sensación de temor, de pérdida, en un contexto cada vez más difícil de sostener ya que llevamos más de un año es esta situación. Seguimos a la espera de una cura que deseamos ansiosamente pero que sabemos que llevará tiempo y que dejará secuelas en cada uno y en todos como sociedad y humanidad.
Sin embargo nos encontramos con que muchas veces quienes se enferman manifiestan no solamente sentimientos de soledad, aislamiento, miedo en relación a su propia vida, sin dudas cuestiones propias de la realidad concreta, sino además se suman a estas vivencias, la culpa por haber enfermado, el temor a dañar a otros, el miedo por la vida de esos otros, etc. A todo esto se agrega la estigmatización social y discriminación que viven asociado con la enfermedad que cursan.
¿Cómo entendemos el estigma?
“El estigma social en el contexto de la salud es la asociación negativa entre una persona o un grupo de personas que comparten ciertas características y una enfermedad específica. En un brote epidémico, esto puede significar que las personas sean etiquetadas, estereotipadas, que se las discrimine, que se las trate por separado y/o que experimenten una pérdida de estatus debido a una percibida conexión con una enfermedad”. (UNICEF, 2021)
La discriminación ocurre entre otras cosas por las incógnitas y el desconocimiento (de esta enfermedad nueva en este caso), por el miedo y la angustia que nos atraviesa frente a lo desconocido. Porque fácilmente los miedos y las angustias quedan depositados en los otros. Tendemos a alejarnos de aquello que nos angustia; siempre resulta más fácil ubicarlo en otra persona, fuera de nosotros.
Sin embargo estos posicionamientos para con los demás solamente aumentan distancias, nos hacen más intolerantes frente al dolor ajeno y a las diferencias con los demás y nos dejan desconectados y humanamente más vulnerables y empobrecidos.
En este contexto entendemos entonces como fundamental hacer esfuerzos permanentes para dar batalla a esta pandemia que nos exige distanciamiento físico sin que esto implique desconexiones afectivas que generan más dolor y angustia.
Las personas llegamos a un mundo que nos recibe de tal o cual forma. Un ambiente que nos espera y que será fundamental para el desarrollo posible de nuestras funciones tanto biológicas como psíquicas. Por esta razón el ambiente y quienes habitan en él son fundamentales. El otro que nos recibe, nos toma en brazos, nos protege en tiempos de vulnerabilidad y desamparo, propios de quien recién llega al mundo, es quién va a hacer posible que podamos crecer, madurar y adaptarnos en mayor o menor medida; que podamos desplegar quienes somos, nuestras ideas, nuestros afectos, el carácter y la personalidad.
Será la mirada del otro, sus palabras, las experiencias que nos ofrece la que nos permite devenir humanos.
Sin esos otros no sería esto posible.
Entonces en estos tiempos de cambios, de repliegues, de “quedate en casa” quizá el desafío sea no encerrarnos afectivamente. No quedar atrapados por estas distancias físicas y llevarlas a distancias afectivas o encierres individuales, entender que cuidarnos no es quedar alejado de lo que siente y vive el otro.
Como afirma José Galeano (2021) entendemos que los vínculos humanos son una herramienta fundamental en este momento. Nos dice:
“Es por ello que pienso que el mayor factor de protección de la salud mental son los vínculos humanos, aquellos que hemos introyectado en nuestro mundo interno y con los que contamos en nuestro mundo externo. Y asociando esto a nuestros tiempos disruptivos de pandemia, sostengo que es el cuidado mutuo, el cuidado del otro y de la vida lo que nos va a permitir sostener los lazos sociales fuertes. Por eso, la consigna es cuidarnos con el otro, y no del otro”. (Galeano, 2021)
Cuidar las palabras, cuidar lo que le llega al otro, cuidar expresiones que utilizamos que puedan ser dolorosas, estigmatizantes, que generen culpa o malestar es un desafío que entendemos fundamental.
En esta lucha por desarrollar la generosidad y la solidaridad, la mirada sobre el otro y la empatía, es que nos encontramos desafiados en tiempos en los que habitamos escenarios de más dolor, de más sufrimiento, de mayores pérdidas y de más desigualdad.
¿Cómo posicionarnos hoy más que nunca mucho más fuertemente desde lo afectivo, lo empático, lo comprensivo con los demás en escenarios de amenaza constante? ¿Cómo recuperar la vivencia del otro en tanto alguien que comprendo y que me comprende, con quien intercambio ideas, ocurrencias, experiencias, temores, angustias, alegrías, etc. y que no es solamente una amenaza? Quizá sea un desafío por el cual debemos ir en los escenarios actuales.
Lic.psic.SoledadBellora (psicpri@jeanpiaget.edu.uy)
Lic. psic. Agustina Ginés (psicjar@jeanpiaget.edu.uy)
Dpto. de Psicología Colegio Jean Piaget