Gracias a la implementación de las actividades lúdicas en el aula, el estímulo de la activación del impulso lúdico en los docentes y la actitud positiva que ellos generan para sí y para sus alumnos, es que nos encontramos jugando una cinchada constante entre el “cumplir el programa con prácticas educativas tradicionales” vs “ludificar los contenidos”.
El Colegio Jean Piaget, desde su nacimiento, se ha caracterizado por promover y destacar al juego como espacio, herramienta, puente, motivador.
El desafío cobra relevancia permanentemente: ofrecer a los niños la posibilidad de aprender en un marco de disfrute, límites que dan posibilidades, reglas claras, respeto, orden, alegría… de juego.
Con una convicción profunda del lugar que ocupa la afectividad en la vida de todas las personas y el lugar que la recreación le da a las emociones y las vivencias, nos embarcamos en el proyecto de promover el juego y defender la alegría en los distintos ámbitos en los que nos encontramos.
¿Qué elementos nuevos aporta esta experiencia a la práctica educativa? Desde la metodología: nuevas formas de acercar el conocimiento; desde la organización espacial: lugar del docente en la clase, disposición del mobiliario; desde lo actitudinal: la motivación para trabajar temas nuevos y la obligación de salir de “lo de siempre”.
El juego tiene el poder de generar un estado de “estar entretenido, desafiado, tener permiso para equivocarse, disfrutar”. Permite entender que la educación no tiene que ser lineal, sino que puede haber otros caminos para el acceso al conocimiento o contenidos.
“Los niños necesitan adultos alegres, positivos y con sentido del humor, capaces de disfrutar y vivir con espíritu lúdico su vida. Es decir, ¡capaces de jugar!” (Marin, 2013).